Este texto fue uno de los tres que se presentaron para abrir un debate sobre la situación internacional en la reunión del Comité Internacional de febrero de 2022 y que acordamos que, en conjunto, constituirían la base de nuestro desarrollo futuro.1
1- Tirar el freno de urgencia
La acumulación ecocida del capital amenaza las condiciones de vida humana. La pandemia de Covid-19 lo confirma: sus causas zoonóticas se encuentran en el aumento de la destrucción de ecosistemas desde los últimos 40 años. Los límites biofísicos del planeta para un desarrollo humano sostenible ya se han superado en varios dominios (clima, biodiversidad, nitrógeno y uso de los suelos). Respecto a la contaminación química y plástica, están de proceso de serlo mientras grandes incertidumbres sobrevuelan otros asuntos claves de la sostenibilidad (recursos en agua dulce, contaminación con partículas finas, ciclo del fósforo). El progreso capitalista ha estado siempre en contradicción con la gestión racional de los intercambios de materias entre la humanidad y el resto de la naturaleza, pero la situación actual no tiene precedente histórico. El productivismo innato del sistema (que implica obligatoriamente el consumismo) se convirtió en una fuerza telúrica destructiva que hizo entrar la Tierra en una nueva era geológica –el Antropoceno. Los peligros son enormes, pero el Capital sigue su camino, a pesar de las advertencias científicas. La catástrofe se profunidiza. Por un lado, azota cada vez más fuerte a las clases populares, particularmente en el Sur Global. Por otro lado, lxs pudientes se aprovechan de la crisis ecológica para aumentar sus excesivos privilegios, usando cada vez más violencia para defenderlos. Una nueva extrema derecha apuesta con la aniquilación de pobres como “salida” de la crisis ecológica. El fantasma maltusiano de una caída en la barbarie crece. Solo la unión de las luchas de lxs oprimidxs y de lxs explotadxs podrán pararlo. Pero esas luchas están y estarán cada vez más determinadas por la crisis ecológica que impone objetivamente la reducción radical de extracción de materias y el consumo final de energía. Lxs que luchan para la emancipación tienen que sacar conclusiones. La vieja perspectiva que consistía en “eliminar las barreras capitalistas al desarrollo (cuantitativo) de las fuerzas productivas” debe entonces ser abandona explícitamente. En el marco del Antropoceno, el anticapitalismo tiene que eliminar la fuerza destructora del productivismo capitalista, su extractivismo, su colonialismo y su ideología patriarcal de “dominación de la naturaleza”. Hay que tirar el freno de urgencia no solo para luchar contra las desigualdades sociales, sino también para abrir el camino hacía un desarrollo cualitativo basado en el cuidado a las personas con la satisfacción de las necesidades humanas reales, desalienadas de la mercancía, democráticamente determinadas respetando prudentemente los ecosistemas.
2- El fallo de las políticas capitalistas
El calentamiento del planeta articula una gran parte de las destrucciones ecológicas capitalistas. Se acelera y la amenaza de un trastorno rápido pone en riesgo cientos de millones de vidas humanas, las condiciones de subsistencia de otros miles de millones y la supervivencia de ecosistemas que son el resultado de millones de años de ciclos de historia natural. Lxs climatólogxs llevan dando la voz de alarma desde hace ya 30 años, pero lxs responsables capitalistas no asumieron ninguna medida con fin de frenar la catástrofe, ni para intentar limitarla. Peor, su política climática ahonda las desigualdades entre el Norte y el Sur, y entre ricxs y pobres en su propio país. Las emisiones de gas con efecto invernadero siguen creciendo. Aumentaron en un 60% desde 1990. Se han emitido más CO2 fósil en treinta años (1990-2019), con 25 “Cumbres del Clima”, que durante los últimos 240 años (1750-1990). La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC) fue adoptado en Rio (1992) para “evitar las perturbaciones antrópicas peligrosas del sistema climático”. Hubo que esperar hasta 2015 (París, COP21) para que los gobiernos grabasen a fuego el techo de un 1,5 grado de calentamiento en comparación con la era preindustrial. El principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas es el núcleo de la Convención Marco. Debería haber guiado el reparto equitativo del "presupuesto de carbono" restante entre el Norte y el Sur, pero Estados Unidos y la UE lo abandonaron de facto en Copenhague.
Como resultado, cada gobierno se ve animado a hacer menos que los demás, de modo que los compromisos comunicados en la COP26 (Glasgow) sitúan el planeta en una vía catastrófica de un 2,4°C de calentamiento, por lo menos. La presidencia británica de la conferencia intenta mantener el mito de que la maquinaria de la COP aún puede cumplir el objetivo de 1,5°C, pero no engaña a nadie. La COP26 ni siquiera pudo decidir el cese inmediato del uso del carbón (un cese defendido incluso por la muy capitalista Agencia Internacional de la Energía). De hecho, Glasgow es un fracaso total: un fracaso de la presidencia; un fracaso del proceso "ascendente" urdido en París para "elevar las ambiciones" de los Estados; un fracaso de los intentos neoliberales de combatir el calentamiento global mediante mecanismos de mercado; y un fracaso de los economistas del clima que esconden sus dogmas neoliberales en modelos matemáticos, para disfrazarlos de ciencia. Más fundamentalmente, este fracaso es el del capitalismo, que pretende que la economía mundial pueda seguir creciendo y, por consecuencia, consumir cada vez más energía -para producir cada vez más- y descarbonizarse sustituyendo el sistema energético basado en el 80% de los combustibles fósiles por un nuevo sistema energético renovable. Sin embargo, en igualdad de condiciones, la construcción del nuevo sistema requiere necesariamente un aumento del consumo de energía fósil y, por lo tanto, de las emisiones de gases de efecto invernadero: por lo tanto, es imposible "impulsar el crecimiento" y anular simultáneamente las "emisiones netas" debidas a la combustión de combustibles fósiles, ya que esto es una imposibilidad física. Pero la ley del beneficio tiene prioridad sobre las leyes de la física para los dirigentes capitalistas. El fracaso de su política climática es la ilustración más clara y dramática de la bancarrota de este sistema productivista, de su monstruosa irracionalidad y de su naturaleza de clase criminal.
3- Falsas soluciones peligrosas
En su lógica de acumulación de valor, el Capital solo tiene una única cosa que hacer, a modo de solución: intentar superar las barreras físicas con una huida tecnológica hacia delante. Al pervertir el objetivo de “neutralidad de carbono” o “cero emisiones netas”, se corrompe a la posibilidad real pero limitada de absorber la parte de emisiones de carbón que necesitaremos absorber. Para reducir las emisiones e intentar absorber el CO2 excedente, al mismo tiempo que se mantienen los beneficios y la acumulación de capital, los aprendices brujos productivistas apuestan por diferentes pseudo-soluciones. Desde el punto de vista técnico, cada una de ellas llevan contradicciones específicas: considerar el gas natural como “energía de transición” es evidentemente una broma; además de los accidentes todavía posibles y el peligro de proliferación de armas nucleares, la única durabilidad de la energía nuclear civil reside en sus desechos; la captura y el almacenamiento geológico del CO2 implica obras faraónicas y una apuesta incierta respecto a la hermeticidad de los depósitos; el hidrógeno, una vector energético muy intensivo, es sobre todo una apuesta de la industria química, petrolera y nuclear de presentarse como verde; la plantación de árboles resulta ser un último recurso temporal y relativamente insignificante, al hacer crecer las presiones ya fuertes sobre los suelos y las reservas de agua dulce, poniendo entonces en competencia alimentación humana, biodiversidad y protección del clima; reproducir en la Tierra la fusión nuclear que el Sol realiza desde lejos y en toda seguridad (reciclando sus deshechos), solo tiene sentido desde el punto de vista de la concentración y de la centralización crecientes del capital y de su poder (de todos modos, esta tecnología, si fuera necesario, llegaría demasiado tarde para responder a la urgencia climática).
Desde un punto de vista social –en razón del neoliberalismo–, las finanzas verdes se encargarán de la aplicación de esas soluciones. Y en el nombre del “cero neto en 2050”, tendrán unas enormes oportunidades de especulación, de greenwashing, y de apropiación por desposesión, a costa de los pueblos indígenas y de las comunidades rurales en particular. De forma paralela, los gobiernos utilizan cada vez más mecanismos neoliberales (incentivos, impuestos etc.) para estimular de forma desigual los comportamientos de consumo de masas y, por consecuencia, abrir salidas al capitalismo verde, lo que viene profundizar desigualdades.
En general, la urgencia y el alcance de las reducciones de emisiones que hay que realizar en el futuro inmediato para no superar los 1,5ºC (de aquí hasta 2030, una reducción del 5% anual año como promedio mundial para tener una posibilidad entre dos; 10% anual para dos posibilidades sobre tres) son tan grandes que esas pseudo-soluciones están condenadas al fracaso. Por eso el peligro aumenta cuando el sistema está a punto de lanzarse en la peor clase de locuras tecnocráticas: la geoingeniería, es decir el despliegue de dispositivos para reducir la radiación solar que entra en la atmósfera. Esta geoingeniería no reducirá la concentración atmosférica en CO2 (no parará entonces la acidificación de las aguas que amenaza a la vida marítima), pero abriría un nuevo campo de valorización al capital. Agudizará también la rivalidad entre las potencias imperialistas. Estas podrían manipular el clima en función de sus intereses geoestratégicos, a expensas de los pueblos más pobres.
4- La necesidad objetiva de la Revolución
Todas las condiciones parecen estar reunidas para que la catástrofe se transforme en cataclismo. Solo una revolución ecosocialista global podría pararla, pero no parece estar al orden del día. El capital refuerza su control por todas partes, los sindicatos se agarran a la reactivación capitalista como vía de salvación, los movimientos sociales están a la defensiva, los derechos democráticos y sociales retroceden, el campo político se desliza a la derecha y a la extrema derecha en la mayor parte de los países…
El capitalismo ya hizo caer a la humanidad en una situación oscura, particularmente a la víspera del primer conflicto mundial. Mientras la histeria nacionalista ganaba las masas y que la social-democracia daba luz verde a la carnicería, traicionando su compromiso de responder a la guerra con la revolución, Lenin definía la situación como “objetivamente revolucionaria”, ya que solo la revolución podía parar la matanza. Fue así como nació el lema “Pan, paz y tierra”. La historia le dio razón: la revolución en Rusia y su tendencia a expandirse obligó la burguesía a para la matanza. Por supuesto, la comparación tiene sus límites. Una cosa es enfrentarse heroicamente a la muerte para no arriesgar su vida matando a otros seres humanos en beneficio de vendedores de cañones, de los intereses imperialistas del mundo y de la vanagloria de generales. Otra es levantarse contra el capital porque, al incorporarse la fuerza de trabajo productiva de plusvalor, deshumaniza al proletariado hasta convertirlo en instrumentos alienados de la destrucción de su “cuerpo no-orgánico”, poniendo así en peligro las futuras generaciones. Las mediaciones hacia la acción revolucionaria son muchos más complejas en este caso. Sin embargo, el mismo sobresalto es necesario. Sin embargo, frente a la crisis ecológica, una revolución anticapitalista es aún más objetivamente necesaria. Es este juicio fundamental que tiene que actuar como base para la elaboración de un programa, de una estrategia y de una táctica, porque no hay otra vía.
Frente a la crisis en particular, hay dos trampas que tenemos que evitar: por un lado, la de un maximalismo revolucionario abstracto, por otro lado, la de un pragmatismo obsesionado por respuestas inmediatas. El primero, en el nombre de una pureza ideológica, acaba con un propagandismo sectario y el aislamiento; el secundo, en el nombre de lo que se puede hacer, tiende a adaptarse al reformismo verde, luego al capitalismo verde como tal –incluso en su relación imperialista con el Sur Global.
5- Un programa de transición hoy
Salvar la enorme distancia entre lo que es objetivamente necesario y lo que parece subjetivamente posible requiere un programa que salve la distancia entre la situación actual y la conquista del poder. Un programa que incluya tanto un conjunto de propuestas que esbocen una respuesta anticapitalista global a la situación objetiva como formas de acción basadas en la autoorganización democrática de lxs explotados y oprimidxs. Un programa cuyas reivindicaciones sean factibles dentro del marco capitalista, pero cuya coherencia global lo hace incompatible con el funcionamiento normal del sistema, de modo que lleva a la conclusión de que es necesario tomar el poder político para revolucionar la sociedad de arriba abajo. Este enfoque del Programa de Transición es más pertinente que nunca. Pero responder a los retos del siglo XXI implica una novedad decisiva: el programa debe organizar una disminución global del consumo de energía final y, por tanto, de la producción y el transporte de materiales. Esta es la condición sine qua non para reequilibrar el balance energético de la Tierra y, por tanto, para estabilizar el clima.
Este "decrecimiento" no es, obviamente, un proyecto de sociedad, sino una restricción física objetiva a la que la humanidad debe someterse durante un cierto periodo de tiempo. Aunque es obvio que ciertos tipos de producción deben crecer para satisfacer las enormes necesidades insatisfechas de sectores muy amplios de la humanidad, sólo pueden crecer dentro de un marco global de descenso del consumo de energía final. Este hecho no se puede eludir: debe situarse en el centro del programa desde el principio, porque está en el centro de la crisis climática y ecológica que ahora determina toda la situación sociopolítica. "Sólo la verdad es revolucionaria", decía Rosa Luxemburgo. Esto significa no sólo que la mentira es contrarrevolucionaria, sino también que la verdad tiene el poder de dirigir a las masas hacia la revolución. La necesidad del decrecimiento material es una parte clave de esta verdad, pero sólo una parte. La verdad completa -la verdad entera- es que la restricción física del decrecimiento es necesaria porque el modo de producción social capitalista ha empujado a la humanidad más allá de los límites ecológicos, y la empujará al abismo si no se desarraigan las ilusiones productivistas. Por lo tanto, el decrecimiento necesario debe ser tanto ecológico como social: ecosocialista. Debe reforzar la lucha social para hacer pagar a los verdaderos responsables del desastre: lxs capitalistas que se enriquecen y fortalecen con la catástrofe. Debe fomentar la lucha por el reparto de la riqueza, el conocimiento y el poder entre ricxs y pobres, no sólo entre el Norte y el Sur, sino también dentro de las sociedades del Norte y del Sur. Hay que demostrar que la ausencia de aplicación del principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas es la materialización de la voluntad de lxs capitalistas de ir exactamente en la dirección contraria. Debemos dejar perfectamente claro que si dejamos que estos vampiros hagan lo que quieran, si lxs pobres no hacen pagar el decrecimiento a lxs capitalistas, éste será impuesto por la catástrofe humana. La física no negocia... La expresión política de esta "solución" es el fascismo. Por tanto, la elección está clara: ecosocialismo o barbarie. La conclusión también es clara: necesitamos un programa de transición ecosocialista para un decrecimiento justo, que suprima la explotación y la opresión.
6. Lxs ricxs destruyen el clima
A los ideólogos que afirman que la crisis ecológica y climática está desdibujando por completo las líneas entre los campos sociales, les respondemos que la lucha climática es una lucha de clases en el sentido más inmediato de la palabra: una lucha entre ricos y pobres. Mantenerse por debajo de 1,5°C significa que cada ser humano emitirá 2,3 toneladas de CO2/año en media en 2030. En conjunto, el 1% más rico de la población mundial emite actualmente casi el doble que el 50% más pobre. Para llegar a 2,3t/persona/año respetando las responsabilidades comunes pero diferenciadas, el 1% tendría que dividir sus emisiones por treinta, mientras que el 50% más pobre podría multiplicarlas por tres.
Las políticas climáticas de los gobiernos desde la COP21 (2015, París) van en la otra dirección: la cuota de emisiones globales del 1% ha pasado del 13% en 1990 al 15% en 2015; llegará al 16% en 2030. Será entonces un 25% más alto que en 1990, y dieciséis veces superior a la media mundial. Por su parte, la proporción del 50% más pobre pasará del 8% al 9% en 2030, con emisiones por persona muy inferiores a 2,3 tCO2/año. De hecho, los compromisos de reducción para 2030 son inversamente proporcionales a la renta: el 1% hará una vigésima parte, el 10% una octava parte y el 40% de renta media una sexta parte de lo que debería dictar la justicia climática. Las políticas climáticas capitalistas que se centran en la huella de carbono del consumo masivo dejan en la sombra la huella de carbono mucho mayor del consumo de lujo (superyates, aviones privados, residencias múltiples, SUV, turismo espacial...). El 50% de los viajes en avión los realiza el 1% más rico, pero sólo el 1% de la acción climática se dirige al sector aéreo. El 1% también se aprovecha de la opacidad de las finanzas para ocultar la huella de carbono de sus inversiones capitalistas. Ante esto, la mayor injusticia es que el 50% (¡que tiene una responsabilidad marginal en el calentamiento global!) sólo utilizará en 2030 una treceava parte del presupuesto de carbono al que tendría derecho si se respetara el principio de "responsabilidades diferenciadas". Esta injusticia se ve agravada por el hecho de que el imperialismo se niega a compensar las "pérdidas y daños" en el Sur, y no cumple el compromiso de pagar cien mil millones de dólares al año al Fondo Verde para el Clima. Sin embargo, la injusticia con los ricos del Norte y del Sur afecta a todas las clases trabajadoras en mayor o menor medida. El 50% se encuentra en situaciones relativamente similares: en 2030, en cuatro de los cinco principales países emisores (EE.UU., UE, LO, China) las emisiones del 50% más pobre se mantendrán ligeramente por encima o por debajo de las 2,3t/año (en la India se mantendrán muy por debajo). A nivel mundial, las mayores reducciones de emisiones se impondrán a las rentas más bajas de los países desarrollados. Estos datos apuntan a la posibilidad de un bloque ecosocial mayoritario en una línea política de clase. Ciertamente, el 40% de la llamada "clase media" debe reducir sus emisiones a más de la mitad en la UE y Gran Bretaña, a tres en China y a unos cuatro en Estados Unidos para mantenerse por debajo de 1,5ºC. Por lo tanto, la obtención de una mayoría social no estará exenta de conflictos y de revisiones a veces dolorosas. Pero la conclusión estratégica que hay que extraer de las cifras no es que haya que imponer medidas de mercado "impopulares" a los trabajadores del Norte para permitir el desarrollo del Sur. La experiencia demuestra que estas medidas son ineficaces. Sólo consiguen dividir a quienes necesitan estar unidxs, al tiempo que hacen el juego a los demagogos negacionistas del clima. La conclusión estratégica es que hay que luchar para que los ricos paguen en el Norte y en el Sur y que estas luchas crean las condiciones para las aclaraciones que nos permitirán avanzar hacia el bloque ecosocial mayoritario. Es lo que ha demostrado la revuelta de los Chalecos Amarillos en Francia, empezando por el rechazo a un impuesto sobre los carburantes, y decantándose hacia la izquierda hasta el punto de unirse a veces al movimiento climático ("fin de mundo, fin de mes, misma lucha"), e incluso con el movimiento feminista contra la violencia hacia las mujeres.
7. Unas medidas de urgencias ecosociales
El desarrollo de esta conclusión estratégica requiere la elaboración de un plan de reformas estructurales, antineoliberales y anticapitalistas. La crisis ecológica requiere obviamente un programa específicamente ecológico, basado en una ciencia sólida. Pero este programa no resolverá nada sin un paquete de medidas que haga pagar a lxs ricos y a lxs capitalistas para arreglar la sociedad, la naturaleza y la relación entre ambas. En el ámbito del consumo, la intensidad de carbono del estilo de vida de los ricos es mucho mayor que la del estilo de vida de las clases trabajadoras. En el ámbito de la producción, la eficiencia del carbono del sector público es muy superior a la del sector privado, y la de la agroecología es infinitamente superior a la de la agroindustria. En el ámbito de la reproducción social, la promoción de la autonomía y el respeto favorece una cultura de cuidado de los seres vivos, opuesta a la ideología capitalista-patriarcal de dominación y muerte. En general, las reivindicaciones que reducen la captación de plusvalía por parte de lxs ricxs -ya sea para financiar su consumo, para financiar sus inversiones, para aumentar su dominio sobre el mundo y sobre los cuerpos, o para crear nuevos mercados financieros- responden no sólo a la emergencia social, sino también a la emergencia ecológica. Estas medidas forman parte de la posibilidad real de que todas las personas puedan llevar una buena vida consumiendo poca energía y reduciendo el impacto global en los ecosistemas.
Pueden agruparse en cinco apartados:
1. "Regulaciones urgentes, a costa de lxs ricxs y sus negocios". Frente a los gobiernos y los medios de comunicación que no cesan de exhortarnos a "cambiar nuestro comportamiento", debemos agitar exigencias inmediatas que apunten al consumo de lxs ricxs: hay que prohibir los jets privados, los superyates, el turismo espacial, la Fórmula 1...; hay que detener inmediatamente la producción de SUV; hay que culpar a los viajes en avión ("flight shame") y someterlos a una cuota anual. Ante el fracaso de los mecanismos de mercado, utilizar el precedente del Protocolo de Montreal (eliminación de los CFC, con fondos de apoyo para ayudar a la adaptación en los países del Sur) para exigir medidas reguladoras estrictas, a costa de lxs capitalistas: Detener las fugas de metano (detener las fugas de metano de la red de gas, los pozos de petróleo y las minas de carbón es un "golpe" pero no presenta dificultades técnicas, y corresponde a 0,5°C de atenuación del calentamiento), detener las emisiones de gases fluorados (desde 1990 hasta 2019, aumentaron un 250% las emisiones de estos gases, cuyo poder radioactivo es de varios cientos a varios miles de veces mayor que el del CO2, y que permanecen en la atmósfera hasta varias decenas de miles de años), eliminar la deforestación y detener la destrucción de los humedales. Prohibición de la exploración y explotación de nuevas reservas fósiles, eliminación obligatoria de las centrales eléctricas de carbón, gas y petróleo (en línea con el calendario de la AIE y el IPCC), reforma agroecológica inmediata de las políticas agrícolas (según el Programa Climático de Vía Campesina), transformación de los modos de transporte (desarrollo del transporte público, reducir el espacio del coche privado).
2. "Justicia fiscal, justicia social = justicia climática". Un dólar en el bolsillo del 1% = treinta veces más CO2 que un dólar en el bolsillo del 50%, y quince veces más que en el bolsillo del 40%. Introducción de un salario máximo y aumento del salario mínimo. Ampliación de la protección social. Servicios gratuitos (agua, calefacción, alumbrado, movilidad urbana) hasta el nivel de las necesidades básicas, con una tarificación rápidamente progresiva más allá, para golpear el despilfarro y el consumo de lujo (las aplicaciones de este modelo en el agua, por ejemplo, superan la propaganda liberal de la "tragedia de los comunes": ¡los servicios gratuitos fomentan el autocontrol, no el abuso!) Refinanciar el sector público.
Pago inmediato de los cien mil millones de dólares anuales del Fondo Verde para el Clima, en forma de subvenciones (no de préstamos - ¡no a estrangular al Sur con la deuda!). Indemnización por pérdidas y daños. No a las patentes sobre los recursos de los países del Sur, no a la "compensación de carbono", supresión de las deudas del Sur, levantamiento de las patentes sobre las tecnologías verdes... para permitir a los pueblos satisfacer sus necesidades con energías renovables, agricultura y producción sostenibles: el recurso solar debe estar al servicio de los pueblos. Para liberar los gigantescos recursos mundiales necesarios para luchar contra la catástrofe, supresión del secreto bancario, registro de las fortunas, supresión de los paraísos fiscales, imposición de los grandes patrimonios, imposición de las transacciones financieras, restablecimiento de una fiscalidad progresiva según el sistema vigente en Estados Unidos bajo el New Deal (deducción del 95% sobre el último tramo de renta).
3. "Democracia para recuperar el control de nuestras vidas, para cuidar de lxs humanxs y de la Tierra.
Ecofeminismo: Poner en el centro el cuidado de los seres humanos y de los vivos, reconociendo y valorando el trabajo de la salud, la educación, el cuidado de lxs ancianxs y/o de las personas dependientes, el cuidado de lxs niñxs, la restauración de los ecosistemas, todas las actividades esenciales para la vida y que emiten poco, y que actualmente son invisibilizadas y desvalorizadas por el capitalismo patriarcal; el derecho al acceso libre y gratuito al aborto y a la contracepción, y la lucha contra la violencia sexista.
Democracia: obligación de consulta popular sobre proyectos con impacto ambiental (extractivismo, compensación). Control y derecho de veto de lxs trabajadorxs sobre la organización, el contenido y la finalidad del trabajo (contra la obsolescencia programada, productos reparables y reciclables). Derechos de control y veto de los pueblos indígenas y las comunidades rurales sobre sus territorios y sus riquezas.
4. "Producir menos, trabajar menos, vivir mejor". Supresión de la producción inútil (publicidad, aparatos desechables) o perjudicial (armamento, obsolescencia acelerada). La guerra contra la guerra y el militarismo. Abolición de los ejércitos, tanto lxs clientes como el brazo armado del capital fósil contra el pueblo. Máxima localización de la producción para eliminar el transporte socialmente inútil. Garantía absoluta de reconversión colectiva sin pérdida de salario para lxs trabajadorxs en actividades social y ecológicamente útiles, bajo control de lxs trabajadorxs. Dejar de lado la alienación consumista como compensación miserable de unas relaciones humanas miserables. Reparto y socialización de tareas sin género. Una vez garantizadas las condiciones materiales para una vida cómoda para todxs, el tiempo, las relaciones sociales y la inmersión en la naturaleza son la verdadera riqueza. Relanzar la lucha antiproductivista por la reducción colectiva radical del tiempo de trabajo, sin pérdida de salario ni aumento de ritmo. Sólo una política decididamente comprometida con una nueva civilización verdaderamente humana puede crear las condiciones sociales propicias para cuestionar a gran escala los comportamientos individuales insostenibles, sobre todo en el ámbito del ocio y la alimentación (con una reducción drástica del consumo de carne, en particular).
5. "Desarmar a los hombres que no les gusta la vida". No saldremos del capitalismo, no detendremos la catástrofe multiplicando las experiencias locales alternativas. Salvar el clima y la biodiversidad seguirá siendo una quimera mientras el capital mantenga la mano en los sectores claves. Hay que socializarlos mediante la expropiación, empezando por la energía y las finanzas. Asumir el reto de la planificación democrática indispensable a todos los niveles (de lo local a lo global) respetando las "responsabilidades diferenciadas" requiere la conquista del poder y la construcción de un nuevo tipo de red de poder, basado en la movilización de las clases populares y controlado por ellas. Una red de poder inspirada en la experiencia de la Comuna de París para recuperar el control democrático sobre la producción de la existencia social, reducir equitativamente las emisiones para todos, reparar los ecosistemas y garantizar una vida cómoda y energéticamente eficiente para todxs.
8- Construir una hegemonía ecosocialista
La “Contribución al desarrollo de un programa ecosocialista en el contexto de la necesaria reducción de la producción material global” no es un puro ejercicio de propaganda, sino una guía para la acción. La acción requiere una hipótesis estratégica. Es una perogrullada decir que el modo de producción de la existencia social no se cambiará sin la participación consciente de lxs productorxs. ¿Cómo formamos a lxs trabajadorxs para contrarrestar la locura productivista de la que depende su existencia diaria? Esta es la cuestión crucial. La respuesta sólo puede venir de las luchas y de la convergencia de las luchas. Tenemos que trabajar sistemáticamente en ello, lo que implica construir equipos militantes insertos en los diferentes movimientos sociales, capaces de intercambiar y acumular experiencias, conocimientos y saberes. A pesar de la situación tan defensiva, esta estrategia debe ir acompañada de una ambiciosa batalla por la hegemonía en la sociedad. El doble fracaso histórico de la socialdemocracia y del estalinismo ha sumido sin duda al proyecto socialista en una profunda crisis. Pero el mensaje ético que siempre ha sustentado este proyecto puede resonar con más fuerza que nunca, por la sencilla razón de que la crisis ecológica está minando nuestra salud y poniendo en peligro nuestra supervivencia y la de nuestrxs hijxs. El capitalismo está ahogando el mundo, su belleza, sus riquezas "en las aguas heladas del cálculo egoísta". La incansable denuncia de esta absurda y atroz realidad puede transformarse en ocasiones a escala de masas en un poderoso imperativo categórico que abra brechas en la colaboración de clase de las direcciones sindicales "pro-crecimiento". Sólo el azar decidirá cuándo. Sólo podemos prepararnos para ello. Las posibilidades de éxito dependerán de la radicalidad intransigente de las luchas de lxs que hoy están prácticamente en la vanguardia de la lucha ecosocialista: lxs jóvenes, los pueblos indígenas, lxs campesinxs y las mujeres.
23 de febrero de 2022